jueves, 15 de agosto de 2013

HERNIA DISCAL: TRATAMIENTO QUIRURGICO O CONSERVADOR


     Quizás uno de los dolores más invalidantes que un traumatólogo trate en su consulta sea el dolor radicular provocado por una hernia discal en estado agudo.

     El dolor es originado por la reacción inflamatoria que se produce alrededor del disco migrado hacia el interior del canal medular o a los agujeros de conjunción por donde salen las raíces nerviosas del canal medular. La irritación de las raíces nerviosas propagan el dolor a lo largo del territorio que inervan.








     Los pacientes afectos de esta lesión con frecuencia aceptan cualquier propuesta de tratamiento con tal de aliviar sus síntomas.
     Pero las prisas son malas consejeras, y en el caso del dolor ciático o braquialgia derivados de una hernia discal, salvo excepcionales casos entre los cuales se encuentra el síndrome de la cola de caballo (dolor insoportable acompañado de alteraciones de la sensibilidad en la zona perineal además de pérdida de fuerza en las extremidades inferiores y alteración del control de los esfínteres anal y vesical), no deberíamos indicar un tratamiento quirúrgico inmediato.
       Actualmente se operan menos del 15 por ciento de las hernias diagnosticadas. Estudios realizados en pacientes diagnosticados de hernia discal, comparando el alivio del dolor y la calidad de vida entre pacientes operados y no operados, demuestran resultados similares al cabo de 2 años en ambos casos.
    La cirugía de la hernia discal conlleva resultados poco satisfactorios en un gran porcentaje de casos, siendo la fibrosis peridural y la inestabilidad por insuficiencia discal las complicaciones más frecuentes.





    El tratamiento inicial en la fase aguda debe ir encaminado a frenar la reacción inflamatoria y a controlar el dolor. Para ello utilizamos fármacos antiinflamatorios conjuntamente con analgésicos. A veces se requieren corticoides durante breves periodos de tiempo o miorelajantes para el control de la contractura muscular.
      La duración del tratamiento farmacológico debe ser suficiente hasta que el cuadro álgido sea controlado. Después de las primeras semanas, los fármacos son retirados progresivamente a medida que los síntomas van remitiendo. No conviene tener prisa en suspender la medicación ante la posibilidad de que el dolor se cronifique y sea más difícil de tratar. A veces la estabilización de los síntomas tarda meses en controlarse.
      La fisioterapia ayuda mucho en el control de los síntomas. El calor local y los rayos infrarrojos son buenos analgésicos. La onda corta mejora la contractura muscular. El masaje completa la relajación muscular.




     La actividad física de los pacientes con hernia discal no debe limitarse en exceso. Es recomendable una actividad moderada según sea tolerada por el paciente.
       El uso de fajas lumbares o collarines cervicales está indicado sólo durante la fase inicial de máximo dolor. El uso prolongado de estos soportes avoca a la atrofia muscular.
     Debe realizarse un cambio en los hábitos de vida. Las personas con sobrepeso han de realizar una dieta de adelgazamiento basada en un alto porcentaje de proteínas. En cuanto a las posturas, deben evitarse las posturas en el sofá con la espalda torsionada. Dormir de lado es la postura adoptada por la mayoría de las personas. Esta posición debe de adoptarse con todo el tronco y pelvis en el mismo plano, evitando torsionar el tronco respecto a al pelvis, pues provocará dolor a un lado de la columna.
    Después de la fase aguda del tratamiento, es fundamental una buena rehabilitación de los grupos musculares implicados en la estabilización de la columna vertebral.
   Los ejercicios derivados del yoga son beneficiosos para la rehabilitación de la musculatura dorso-lumbar y abdominal. En el caso de la columna cervical, los ejercicios de movilidad y de fuerza contra una resistencia inamovible son suficientes.






    El paciente afecto de esta enfermedad discal debe ser instruido en una conducta adecuada ante situaciones laborales que impliquen el manejo de pesos o que requieran mantener la flexión del cuello durante periodos prolongados.
       En resumen, el tratamiento de la hernia discal ha de contemplarse bajo el punto de vista rehabilitador, siguiendo secuencialmente las fases de tratamiento anteriormente mencionadas. En primer lugar controlando el dolor con fármacos y fisioterapia, en segundo lugar cambiando hábitos de vida e higiene de la postura corporal y en último lugar con ejercicios de potenciación muscular.