La propiocepción articular se refiere a la facultad que el cuerpo tiene para autoprotegerse de lesiones musculares y articulares ante traumatismos que provoquen distensión de las estructuras anatómicas.
El organismo está dotado de unos receptores localizados en el sistema osteoarticular cuya misión no es otra que proporcionar información al sistema nervioso y mediante mecanismos de regulación inconsciente limitar el estiramiento de la estructura con riesgo de lesionarse por sobreestiramiento.
Las articulaciones con sus ligamentos al igual que los tendones y músculos tienen un límite de estiramiento más allá del cual sufren un daño de diferente cuantía, desde distensiones, roturas fibrilares parciales o roturas graves.
Las distensiones de los ligamentos se conocen como esguinces, y se clasifican desde grado I cuando son leves hasta grado III cuando son graves y completas. Cuando la articulación se lleva a limites extremos se producirá la luxación articular. En el caso de los tendones y músculos, estos estiramientos dañarán su estructura causando tendinitis, distensiones, roturas parciales, y roturas completas en función del traumatismo sufrido.
Los propioreceptores son fundamentales para que estas lesiones no se produzcan frecuentemente ante mínimos gestos de la vida diaria, como por ejemplo pisar sobre un terreno irregular, bajar de repente un escalón, dar una patada al aire cuando se intenta golpear un balón, lanzar una piedra con la mano, etc.
Las últimas tendencias en entrenamiento deportivo contemplan como pilar base de sus ejercicios la dedicación al trabajo de la propiocepción. Estos ejercicios se basan en buscar una inestabilidad articular controlada que estimule al organismo a desarrollar este maravilloso mecanismo de defensa del sistema osteoligamentario.
Este fino mecanismo de sensibilidad profunda o inconsciente se puede perder en el transcurso de determinadas enfermedades como la diabetes o enfermedades neurológicas con la consiguiente desestructuración articular que en ocasiones conlleva a situaciones dramáticas como la amputación del miembro lesionado.
Situaciones más leves y comunes de deterioro de la propiocepción, se dan en el caso de lesiones articulares del tipo esguinces o fracturas que requieren inmovilización o intervenciones quirúrgicas. La falta de función articular provoca atrofia de este sistema y es frecuente observar que tras un esguince de tobillo se vuelve a recaer en los meses siguientes.
Existen numerosos ejercicios y terapias físicas para estimular este sistema propioceptivo. Caminar por la arena blanda de la playa una vez pasada la fase aguda de la lesión es un consejo que funciona en la mayoría de los pacientes con esguinces o fracturas de tobillo. La aplicación alternante de frío y calor también ayuda. Los masajes transversos profundos del tipo Cyriax aplicados sobre tendones lesionados son un clásico tratamiento fisioterápeútico con excelentes resultados.
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